Algunos de los elementos que considero comunes a todas las formas de corrupción no son exclusivos de la política, ni de los políticos.
La primera es el favoritismo, el principio según el cual mis amigos y los amigos de mis amigos, colegas y compañeros de partido, son acreedores de un trato más benevolente y favorable del que pueda merecer cualquier otro ser humano.
La segunda, evidentemente, es la codicia, basada en la creencia de que las cosas del común no pertenecen a nadie y que, por consiguiente, están destinadas a cambiar de bolsillo en beneficio de cualquiera que haya conseguido el poder o a cualquier miembro de la camarilla que le rodea, de acuerdo con el principio indicado en el punto anterior.
La tercera es la condescendencia de la gente con las extravagancias y las arbitrariedades del poder, muy especialmente las que muestran aquellos que tienen más responsabilidad y poder para denunciarlas, como periodistas, representantes de entidades cívicas y lideres de opinión que, en demasiadas ocasiones, venden su silencio a cambio de favores o de subvenciones, participando de la corrupción, callando.
La cuarta es, sin ningún genero de duda, un rasgo característico de la cultura nacional, consistente en creer que quien no se aprovecha de una situación social o política privilegiada en beneficio propio y de su entorno es un imbécil, lo que constituye el terreno más propicio posible para la comisión de toda clase de excesos, incluidos los mas insignificantes e intrascendentes que, en función de la voracidad del protagonista, suelen constituir los primeros pasos para la realización de las grandes obras.
La quinta es la costumbre de participar todos en la corrupción general, cada uno en la medida de sus posibilidades, con innumerables, cotidianas e indefectibles corruptelas, engaños, fraudes, martingalas y pillerías que alcanzan cualquier aspecto imaginable de las relaciones de la ciudadanía con la administración publica o con los órganos que dependen de ella y de los que se pueda arrancar alguna cosa que dé ventajas o valga dinero, sean recomendaciones, bienes, prestaciones, servicios o deducciones fiscales por vía de hecho. © Manuel Ibarz 2007
La realidad constatable e incuestionable, desgraciadamente, es que la corrupción esta consiguiendo formar parte de nuestra cultura nacional, convirtiéndose en costumbre, a través de la practica del favoritismo, la codicia y la condescendencia.
