Hace ya un tiempo, un político, en una desafortunada declaración, decía que no sería conveniente llenar el Parlamento de funcionarios y gente pobre y realmente, el tiempo y las circunstancias, han convertido esas declaraciones en absolutamente erróneas y contrarias a la realidad.
Es inimaginable que algún miembro del Parlamento pudiera gritar, “que se jodan”, si este estuviera formado por funcionarios y gente pobre, imposible, ya que su dignidad, honradez, educación y sentido común no lo hubieran permitido... y no ser merecedora, la persona que profirió el insulto, de castigo, amonestación o aviso por parte de sus colegas, tampoco hubiera sido posible con un Parlamento de funcionarios y gente pobre.
Tampoco, el aplauso a medidas, contrarias al bienestar social general, hubieran sido posibles en un Parlamento de funcionarios y gente pobre... teniendo en cuenta que el soporte parlamentario a estas medidas, por parte de algunos políticos, es igual o peor que los aplausos, por su complicidad tamizada y cobardía sin tamiz, pero no exenta de la misma responsabilidad.
Estas y otras muchas circunstancias, actuaciones y comportamientos me llevan a concluir que quizás sería mejor, en lugar de opacos políticos, un Parlamento... de funcionarios y gente pobre, pero honrados.