Si hacemos trampas entre nosotros, políticos y ciudadanos o política y ciudadanía, es difícil que podamos crecer o caminar juntos en la consecución de algo y menos como país. Las trampas condicionan nuestra relación y la percepción y opinión que tenemos de nosotros.
Es evidente que obstaculizar o no facilitar la investigación de todos los casos de corrupción es un proceder contrario a la búsqueda de la verdad, es un proceder tramposo. Nuestra sociedad necesita verdades, no ambigüedades, cuando no mentiras, en todos los casos de corrupción.
La decencia y la verdad son instrumentos para conseguir una armoniosa convivencia. Convivencia difícil de soportar con las trampas que todos los ciudadanos nos hacemos al no denunciar con todas las armas a nuestra disposición a las personas, actuaciones, actitudes y acciones que imposibilitan o no facilitan el conocimiento de la verdad.
Trampas que algunos medios de comunicación y líderes de opinión hacen, con sus silencios (¿subvencionados?) y sus condescendencias (¿subvencionadas o en vías de…?)
¿Cuándo se darán cuenta los políticos que la búsqueda de la verdad y no hacer trampas en los temas de corrupción es credibilidad para ellos y decencia para todos?
Los políticos tienen la obligación de ser los abanderados en la búsqueda y esclarecimiento de la verdad, aunque sus consecuencias no sean favorables para ellos, pero sí para los demás. El bien general siempre debe estar por delante del particular, partidista o de partido.
de no ser así volveremos a la conclusión de que: un país sin verdad, no es un país de verdad.
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